Un hombre unos 35 años, antiguo oficial de primera, bastante buen enlosador pasea sin mucho sentido, las gentes se le antojan mohínas y apagadas, Octubre viene cálido, la cerveza que no falla siempre fresca y rubia. Nunca llegó tarde al trabajo, nunca se escaqueo más de la cuenta. Su ciudad cruje bajo los pies, la historia apesta a lo que fue. Provincia abandonada, esquina olvidada, finca de caciques, insignificante demografía y pueblos hambrientos. Hace años empezaron a llegar los que vieron el negocio, y se lo llevaron. Dejaron miles de jóvenes que abandonaron su formación para ganar pasta en la obra y otros tantos que se dejaron las pestañas en las noches de estudio para hoy mendigar un puesto por el salario mínimo. Se llevaron el negocio y no dejaron nada más que casas vacías y un mastodóntico desempleo.
Otro hombre, interino no preferente;antiguo universitario muy creativo y estudioso, recortado en educación sabe que no le va a quedar otra; en la calle hay miedo. La iniciativa privada no existe, ahogada entre “ausencia de liquidez” y terror al riesgo. Da de comer a los pájaros respirando hondo, porque no sabe cómo va a pagar el alquiler el mes que viene.
La vida atenazada por los factores de crecimiento que susurran a los que mandan: “Ahorra; ahorra…”.
Desde un banco de esta plaza jubilado ve pasar como una exhalación a toda una generación unos engañados; otros defraudados. Les dijeron que con su esfuerzo y el de sus familias, con universidad e idiomas todo iría bien. Pobres chicos piensa. Mientras, mira descuidado la gente que entra la centro de salud presidido por un inmenso cartelón: NO A LOS RECORTES EN SANIDAD.
En la consulta del doctor cada día aparecen más personas que notan una presión en el pecho y que les cuesta respirar: ansiedad, diagnostica. “¿Le tengo que dar la baja señora?-No, no se preocupe, estoy en paro hace dos años.”
En la parte de atrás del edificio huele a hachís barato y unos críos en chándal ríen atufados, se han escapado de clase. No los motiva esforzarse. “Yo tengo un primo que es abogao y está trabajando en el mercadona , tío.”
Otra vez como en los años cincuenta, otra vez como en los ochenta, la calle llena de parias sin destino. Este país es otra vez pura desesperación y pandereta, quizás siempre lo ha sido. Otra vez marionetas, otra vez emigrantes. Vente pá Alemania Rubén que los atan con longaniza…
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