Hace unos cuantos meses en un tren escribí unas cuantas frases sin mucho sentido, que hoy he recopilado y editado para dar forma a esta entrada. Hay que ver lo que dan de sí siete horas de tren entre Barcelona y Murcia. Uno de los lujos de viajar es (paradójicamente) darse tiempo a uno mismo a parar y pensar.
La experiencia es un grado, cuando uno llega a una cierta edad deja de preocuparse por cosas secundarias. Quizás por eso entre viaje y viaje, entre espera y espera, entre experiencia y experiencia tengo pocas preocupaciones reales.
Lo único que realmente me apasiona es el hecho de amanecer cada día con la sensación de que ayer aprendí cosas nuevas, útiles o no, y que hoy va a ser un gran día, porque conseguiré aferrarme a la sonrisa. Al final casi siempre lo consigo.
Tengo pocas, pero firmes pasiones, como némesis tengo pocas pero recurrentes y agresivas obsesiones. Es verdad que siempre he tenido una estabilidad (pasotismo dicen algún@s) que podría dar la sensación que soy un conformista con piel de cordero. No es verdad. En mi mente bullen con energía las ansias de un futuro mejor por un lado, y la necesidad de sonreír al presente por otro.
De ahí nacen los dos abismos entre los que me debato, caminando en el filo de la sociedad post-industrial con sus contradicciones y grandes oportunidades. Y tambaleándome al no estar convencido de nada hacia un infantil Carpe Diem. Vivo en la frontera entre el que viaja sin necesitar más que una pequeña mochila y el que desea un brillante status del que sentirse orgulloso para en el interregno entre aventuras vivir cómodamente.
Desde siempre me ha parecido que en realidad no hay muchas opciones, y la experiencia me ha demostrado que no se puede hacer todo a la vez y que tampoco puedes ser todo a la vez.
Quizás haya que elegir entre pasión u ocupación. Mis pasiones son aguerridas, divertidas y dinámicas. Mis preocupaciones tienen hambre, envejecen y no son ni dinámicas ni didácticas.
De adolescente leí ávidamente a un autor que se llama M. Marshall-Smith y él me dejo para el recuerdo una frase:
“De niños es cuando realmente podemos simplemente ser, en la vida adulta las adicciones y obligaciones nos lo impiden”.
Tengo un pequeño/gran reto: Hacer coincidir mis pasiones y mis ocupaciones. Que dejen de ser antagónicas para poder darle algo de sentido al camino. De otra manera siempre estaré en un lado o en otro de la montaña, caminando en círculos sin ascender realmente demasiado.
A mis 32 años he descubierto que me encanta además de viajar, enseñar. También he aprendido que fuera de las pasiones solo quedan las ocupaciones. Por eso me encuentro en pleno proceso, lucha, brega para enfundarme la vida y dejar de pelearme con el mundo.
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