Mi país se convierte en un horno por estas fechas. Un horno alimentado por el aire caliente que cuando viene del sur me invita a volar. Leo un artículo de uno de mis favoritos y me cuenta que a sus años y en noches como la pasada uno quiere aprender a vivir con las vidas que no fueron.
No me pasa solo a mí, definitivamente no estoy mal de la azotea, el viento saharaui trae efluvios de jazmín y también de opresión. Mientras lucho con el momento histórico no consigo conformarme, no consigo aprender de lo no fue. Dice Ramón: “Abro la boca y solo sale aire; son las manos las que hablan, las que teclean”. Aspiro el napalm que me destruye con la sensación de que otra vez equivoque la ocasión. Solo con capa y espada, con honor y sin más hay que bregar, llevar al morlaco a los medios y con sutileza hacerlo humillar hasta que soy yo el que manda. Ese es el momento.
Como en apocalypsis now, aspiro fuerte el veneno, abro la boca y en vez de salir solo entra aire, calentorro y sudoroso. Aires de revolución y de plaza de “la Condomina” a las cinco de la tarde, arena, albero.
En noches sudadas e inocuas se forjan las musas, en mi caso el sueño.
Muy quieto, firme y digno, miro a los ojos a la bestia. Gotea la tensión por mi frente, noto como se me crispan los nervios, trago el aire que hierve, visualizo la resolución del reto.
Me doy la vuelta, salgo corriendo y maricón el ultimo.
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