Viborg 2008. Si, es un mapa. |
A veces, en tiempos de carestía viajera se me tambalea la voluntad y de vez en cuando aparece desde una esquina el que soy yo. Me señala y me muestra a los demás como lo que no soy, como un ser lleno de dudas, de hastío y de ciencia infusa. En realidad nada que ver con lo que yo veo cuando me asomo al abismo y se me endurecen las escamas, aprieto los dientes y se amontonan los días pasados.
En el fondo, un reflejo el uno del otro, el uno me exhibe como un trofeo de caza; la vida ha podido conmigo como con tantos otros, me amenaza entre uniformes y protocolos. El otro me agarra del alma y me arrastra a los caminos polvorientos; las carreteras más retorcidas y las más abigarradas noches. Lo dicho, un reflejo. Dos espejismos, ninguno de ellos es más yo que el otro. Quizás uno es lo que quiero y otro lo que no puedo. No sé.
Solo que hay ciertos días en los que de verdad se juntan ambos, me siento pleno; feliz; triste; agobiado; libre; sano; dolorido; exhausto; liviano; aprendiz; experto; viejo; joven; orgásmico y a punto de cascar. Todo en uno. Como una de mis frases favoritas, la que ya sabéis de Víctor Jara: La vida es eterna… Eso pasa cuando viajo, soy más eficiente; estoy más despierto, más vivo. Cuando duermo lo hago más profundamente; cuando como lo hago con mas gana ; cuando quiero lo hago con mas alma.
Es en esos días de improvisación y descaro cuando se juntan mis “yos”, el que yo veo y el que se muestra a los demás. El que escribe y el que lee; el que siente y el que piensa. El que camina y el que revienta. El que llena la mochila y el que pierde peso. Todos en armonía, en un tren cualquiera hacia ninguna parte en concreto. Todos en un mismo momento cuando en el estomago revolotean las ganas de que aparezca a lo lejos la estación de llegada; que no es sino la de partida del día de mañana. La esencia mas pura de lo que brilla en el fondo del espíritu, lo que hace que cada cierto tiempo renazca , porque viajar siempre es nacer.
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