El golfo de Carthago desde Sidi Bou Said |
Estuve en allí hace ya tres años. No tuve ninguna sensación de peligro, me resulto un país muy tranquilo. Sabía que gobernaba un tirano y que la calma se debía a eso, aquí en España, con un dictador del estilo (El modelo desarrollista-turístico Tunecino se parece mucho a español del siglo pasado) tampoco se movía una mosca. Y eso para turistas sin más pretensiones que pasar una semana exótica está muy bien. Mi viaje no era tanto eso como hacerles un regalo a mis padres, por eso busque un destino tranquilo y asequible.
Pudimos oler los jazmines de los jardines de Hammamet; saborear el cordero elemental, cocinado en cazuela de barro en la preciosa pero explotadísima Sidi Bou Said; tocar la arena del desierto en Douz, fina como ella sola; escuchar los cantos de los almuecines en la medina de Tunis y de Kairouan (cuarta ciudad sagrada del Islam), y mirar en la lejanía desde las colinas de Carthago el increíblemente azul mar mediterráneo.
Culturalmente me pareció interesante la laxitud del islam, la aparente libertad. Esa no era la dictadura de Ben Alí este era un “gobernante” tipo del Magreb de los 80, más político que religioso. También es cierto que no me pareció una sociedad muy militarizada, había policía en abundancia (de ambos sexos) y calma en todos los aspectos de la vida.
Hoy leo en los periódicos y según lo describen parece poco menos que un viaje a otra época. La revolución de los jazmines la llaman.
Espero que todo fluya con lógica y este maravilloso rincón del Mediterráneo dé el salto hacia la democracia, es un país con todo lo necesario, belleza, agricultura y el azul del mar.
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