En el exilio del no poder, tan distante del no querer, solo queda mirar por la ventana, observar el paso de los días, de las gentes, de las canciones y de los amigos.
La bitácora es el camino, el polvo; el viento y las sombras. El largo rollo de papel mecanografiado, la moleskine y la conexión WIFI.
Todas las timbas y puertas de bar,cuando están todos atados a un querer, a un vinilo o a esa desazón que no los deja dormir. Ese arrabal que amarga el paladar; las notas descreídas; los errores; las lecturas y las hormonas traicioneras.
Monedas inservibles en aquella isla, chatarra tecnológica; sueños helados; stand by que susurra eternidad. Una brisa que estremece; un dolor indefinido, y sobre todo, y como diría aquel una sed de ilusiones infinita.
Teatro sin función, sin rumbo, sin ficción. Rozan las palabras aquellos labios que sangran por una copa rota. Despertar cuando aun es ayer y desear que la parranda detenga al mañana. El diario es un reflejo, el día un sueño.
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