miércoles, 14 de septiembre de 2011

Pocas luces


Acampado en Cabo Norte, 2004.

Hace un par de días que no tengo electricidad en casa…cosas que pasan. En fin que nos tenemos que apañar con velas (no luz); sin cocinar (no vitro); con duchas de agua fría (no calentador eléctrico); sin internet (no ordenador)… En estos días estamos viviendo casi como a la antigua usanza. Casi incomunicados; casi como mi abuela vivía en Campos del Rio (Murcia) en los años 50, ellos vivían en una casa (de Gracia) que les dejaba “el amo” a cambio de trabajar sus campos. Lógicamente cero comodidades; cero electricidad; cero teléfono…vamos lo era la España rural de aquellos tiempos.

La dependencia que tenemos de las comodidades artificiales puede llegar a ser asombrosa, hoy mismo en mi incesante búsqueda de trabajo me las he visto y me las he deseado hasta que encontrado un enchufe para poder llegar a infojobs y demás. Una pequeña biblioteca de pueblo me ha acogido y aquí ando, liado con el más allá que es lo que parece el mercado laboral.

Ahora en un ratico tengo que volver a mi prehistórica casa a ver qué tipo de bocadillo comemos hoy. Luego como quiero ver a la ÑBA me tocara ir a cualquier bar. A la vuelta querré cenar y me tocara de nuevo inventar un bocata cualquiera… a la luz del candil.
Lo llevamos bien mi compañera y yo, ya que gracias a nuestras habilidades viajeras nos hemos encontrado en situaciones parecidas muchas veces. Recuerdo mi primer interrail cuando internet era un lujo y la telefonía móvil no era lo que es hoy, que estuve incomunicado del resto del mundo durante un mes…y no paso nada. Mi madre sobrevivió sin saber de mi, mis amigos también; no tuve que publicar día a día lo bonito que es Estocolmo o lo jodidamente lejos que esta Cabo Norte. En los campings y estaciones de media Europa no había conexión a internet; no había ni un enchufe…Y sobreviví, una experiencia estupenda, desconexión total.

Hoy esto es casi impensable, yo vivo en un sitio razonablemente lejos/cerca de todo. Pero al minuto estoy conectado con el mundo. Me entero si estornuda un corredor de bolsa francés a causa del virus (contagioso) griego al instante. El miedo entra por los pies y sale por la última neurona que me queda.

Ahora que las pocas luces que tenía se las ha llevado el de IBERDROLA me doy cuenta del salto que ha pegado el mundo en pocos años, y si lo miro con perspectiva, desde los años 50 es increíble. ¿Cómo se enteraban de las crisis y de las movidas del mercado?; ¿Cómo podía encontrar trabajo mi abuelo?; ¿Cómo podía hacer las mejores migas del mundo mi abuela?;¿Cómo se comunicaban con sus amigos?¿Qué carajo hacían después de las seis de la tarde en invierno?.

Evidentemente era otro mundo, otro país y otra gente. Las relaciones personales eran primarias, directas y hasta cierto punto sinceras. El trabajo estaba en la tierra;el mercado era de patatas y lechugas; la comida en el fuego y el mundo era muy; muy grande tanto que salir del pueblo era una aventura.

Hoy en día personalmente solo tengo esa sensación de autenticidad viajando. Los amigos son los que están contigo, comes lo que hay, duermes con sueño y si en los sitios baratos donde te alojas no hay tele ni radio, ni internet pues a partir de las seis de la tarde en invierno te dedicas a ser persona.

Así estamos nosotros ahora a causa de nuestras escasas lumbreras. No está tan mal…

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