viernes, 22 de junio de 2012

El pueblo color sepia





Son ya mas de las 9 de la noche, pero a estas alturas del año el calor es ya proverbial. Inicio el camino, pero transcurridos solo unos pocos kilómetros recuerdo que si hoy quiero echar un pitillo, primero debo comprarlo. Con lo mal visto que esta eso.

El panorama no decepciona: el lugar esta dividido por una transitada carretera y en total no sumara mas de 20 casas.La tierra reseca respira con dificultad; el asfalto humea como un brasero mal apagado; gentes de tez requemada que desde su silla plegable miran sin ver. Este pueblucho desamparado y sin gracia alguna  me recuerda a las películas de David Linch , pero también a esos lugares fronterizos del sur donde todo el mundo parece esconder algo.

Entro a un bar, de los dos del pueblo este es el único que tiene la señal distintiva de estanco,  el calor es recauchutado y apesta a aceite.  Los parroquianos no se giran pero noto su extrañeza, la camarera , sudamericana , con unos diminutos shorts centra el 90% de su atención. El restante 10% se reparte entre la anodina televisión que atruena desde una esquina del sucio local .Antes de atenderme la chica sirve dos whiskys que beben un anciano arrugado y un inmigrante de tez muy oscura de un trago y sin brindis . Es un momento fugaz ya que pido lo que necesito, pago y me marcho con un insustancial "gracias", pero al salir de nuevo a la calle me alegro de estar de nuevo al aire libre.

Enciendo ese dichoso cigarrillo que fumo apoyado en mi coche a la orilla de la carretera,veo circular todo tipo de vehículos por este lugar: desde destartalados Mercedes de los años 80 conducidos por magrebies con toda la pinta de magrebies, con chilaba y todo. Hasta un flamante Porsche en el que reluce un señorito que no puede esconder su  aire de albañil enriquecido en el boom inmobiliario 
Observo a los viejos del lugar que impasibles en la puerta de sus casas repasan el día y la vida con sus vecinos de siempre. No parecen felices, los viejos nunca lo parecen, pero desprenden un halo de tranquilidad que es todo un misterio para los jóvenes que se afanan en correr y aparentarlo. 

Agradezco el áspero sabor del humo, mientras me pregunto como carajo he ido yo a parar a este lugar, por el que ademas paso a menudo. Las vueltas que da el mundo con uno dentro. También en un momento de inspiración llego a creer firmemente que  si lo retratara un buen fotógrafo o lo contara un buen escritor este agujero no desmerecería a cualquiera de esos apartados de la mano de Dios donde a veces pasan cosas increíbles.

Aplasto la colilla contra un asfalto viejo y cansado como este pueblo, dirijo una ultima mirada alrededor y subo a mi coche, me marcho de allí a toda prisa, dejando a aquella gente en su mundo color sepia.

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