Los lunes al sol se convierten a veces en sombríos escenarios de vodevil de tercera. No es fácil buscar y buscar, rodar, dar y rodar… Todo puro teatro con aspiraciones de clásico.
Son días en que uno no sabe si es Montesco o Capuleto, no se ha aprendido bien el guión y a fuerza de dar cabezazos se da cuenta que el attrezzo y los compañeros de reparto obedecen al titiritero mayor.
Todas las carreras, nervios, desconsolados llantos y estratagemas fingidas se trastocan en el momento en que los hilos te tensan la existencia hasta el punto que la vida deja de ser literatura para embarcarnos en una barca a la deriva.
“Taste me you will see
more is all you need
you're dedicated to
how I'm killing you
Come crawling faster
obey your Master
your life burns faster
obey your Master Master “
Quijotes o Sanchos, todos terminamos representando un papel, redundando en lo volátil, en lo voluble. El tiempo y su poso son las paredes de la única guarida que tenemos. En este mundo de farándula las dimensiones del teatro después de que pase el tiempo son el argumento de la obra, donde lo único importante es si se actúa en las sabanas de seda de un hotel cinco estrellas o se vive en acampado en las afueras de cualquier húmedo arrabal.
El azar que es poco, las decisiones y los aviesos titiriteros terminan por colocar las piezas, los Marlon Brando consiguen urdir la trama mejor y rozar la gloria. Los actores de telenovela nos quedamos atrapados en el melodrama de las sabanas de franela y los lunes apartados del aplauso.
Con el cigarrillo entre los labios nos acordamos de ilustres perdedores como el gran Humphrey Bogart, que bajo la lluvia , con una grandeza que lo hace mítico, por primera y única vez da la sensación de que de verdad se le escapaba el tren.
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