Se me ocurre de pronto, después de leer mil artículos de opinión, veinte mil blogs y demás fuentes de información ultramoderna a través e la red que he perdido la esencia.
Mis ideas e ideales se han perdido entre políticos y cercanías insípidas del día a día.
Cuando era más joven, menos curtido por las idas y venidas de la vida, mi mayor ocupación era ser, no solo físicamente, sino cultural y mentalmente. Hoy sigo leyendo, sigo sintiendo una intensa desazón cuando no controlo totalmente un tema, por eso me formo. Pero siento que he perdido fuerza, antes sabiendo menos podía más.
Defendía, ideas, personas, creencias y amores intuyendo que eran perdedores. Sabiendo que iban a doler. Hoy con el espíritu molido a palos es casi imposible hacer eso. Me doy cuenta que procuro cargar lo que digo de convenientes coartadas, otorgar a mis palabras la vestidura de razones que necesitan para que en este mundo materialista y adulto pesen algo. Día a día, entrada a entrada, disfrazo con carnavalesca algarabía mi mente. Cargando con un hándicap de realismo mis sueños descubro que efectivamente he perdido la esencia.
Me veo a mi mismo andando caminos seguros; buscando aplausos; apoyando ideas en las que no creo; trabajando en el alambre; representando obras en las que no me siento comodo, solo para que me vean.
Por momentos he dejado de creer en utopías; he pisado mis más guerrilleras convicciones; he sido un tornillo eficiente dentro de la maquinaria del sistema; he navegado contra la verdad; he circulado en la dirección contraria del corazón; he reído sin ganas y me he dejado ver pretenciosamente.
Solo tengo un pequeño reducto de resistencia en mi alma, y lo vuelco cada día entre líneas y artefactos extraños, solo respiro un poco de aire, que aun es limpio, en los momentos en que me olvido de lo demás, y mi mundo es un folio en blanco libre de ideólogos, opinólogos y tontos supinos. En esos momentos cuando mi ser está entre letras, mis palabras son amigas, mi cuerpo en el mundo y mi mente volando: viajando a lugares en los que nunca he estado, o volviendo a ras de tierra a los que ya conozco pero me gustan, es cuando realmente recupero la base; la esencia del iluso soñador que una vez fui entre viajes y libros.
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