Hoy me he sentado a la tecla con mucha determinación después de una temporada de reciclaje.
Es difícil mantener la tensión creativa durante mucho tiempo. Por eso volví a la carretera y de ahí al "duro laburo". Hoy de nuevo vuelvo a esta playa del folio vacío con ganas y garras.
Resulta que la musa debió quedarse escondida en cualquier mueble de exterior de oferta, porque hoy no la he encontrado.Es curioso, semanas pensando esta entrada de reencuentro y llega el día y no te sale ni un bboceto, y por el miedo al bostezo, te dedicas a contar que no sabes que contar.
Por ello estoy seguro, que cuando menos me lo espere, saltara una chispa de una canción, de una conversación o de una sensación y que con un poquito de suerte la transcribiré con algo de arte a este soporte.
Como dice el maestro: "las consecuencias son inevitables" y contar la vida y sus alrededores tiene un precio. Y es que la magia cuesta. La sensacion de estar inspirado es fugaz, y la de estar bloqueado es como las agujetas del escribiente, que se curan repitiendo dolorosamente el ejercicio que las provoca.
Como hoy se que se me escapa la letra os dejo un obsequio, un poemilla que versioné ayer en Facebook, y que no es mio, sino de Gil de Viedma, un artista de verdad, con vida bohemia y halo melancólico, como mandan los cánones. Espero que él subsane mi falta de magia.
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
(Ya no volveré a ser joven. Poemas póstumos. 1968.)
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