El buhonero
El buhonero tiene los pies sucios de todos los que caminan demasiado, y la mente clara de los que ven y escuchan mucho.
No hace ni frío ni calor, pero llueve a cantaros, la próxima feria es lejos y debe ponerse en camino.
Se cubre como puede con su gastado jubón y mira al frente. Delante de él solo un recto sendero que asciende hacia las peladas montañas que separan el valle donde se encuentra esta ciudad de la costa.
Deja atrás el último puente, paga al alguacil, no se santigua como hacen los lugareños delante de la figura de la virgen que presencia como a diario miles de personas entran y salen de este lugar. Tira con fuerza del carro cargado con todo tipo de mercaderías traídas de lejos o de cerca: Sedas de Damasco, orfebrería de Mauritania, ámbar de la tierra de los bárbaros, botijos, velas, cándeles…
Mientras porfía con las cuestas de esas montañas peladas, el barro le cala hasta el tuétano; finalmente y después de caminar cerca de 4 horas, anochece y no le queda otra que acurrucarse entre dos solitarias casuchas moriscas y disponerse a dormir al raso y con un ojo abierto.
El Sueño
La bruma cubre la inmensa extensión del fiordo, en las cabañas circulares brillan aun los rescoldos, y las mujeres de largas cabelleras del color del fuego, que no esperan al sol para amanecer ya preparan sus cuerpos para empezar el día, dejan a un hombre dormir a pierna suelta arropado entre ásperas pieles de reno.
La humedad se torna en una áspera sensación en la garganta, las rudas pieles en delicadas sedas y mullidas almohadas. Huele a jazmín y una mujer de ojos negros esconde su mirada tras una traslucida cortina mientras observa como el hombre descansa tranquilo en la gran haima.
Otro hombre ríe con fuerza mientras se celebra una gran fiesta, cientos de entretenimientos son observados desde una celosía, mientras el buhonero observa a la mujer de ojos verdes que arden como frías llamas del infierno.
El viajero
El es libre, lleva su casa consigo y su familia es cualquiera que tenga un trago. Come casi siempre que tiene hambre, duerme cuando puede, sueña diario y camina sin rumbo. De ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, de taberna en taberna y de mujer en mujer.
Con sus mercancías hace pequeños negocios con los que siempre gana, y con lo que gana siempre tiene algo que hacer.
A veces lo miran mal, el sabe que es mitad desconfianza, mitad fascinación.
De niño admiraba a los que no tenían señor y que por ello no debían nada y solo ambicionaban un día más.
El Buhonero
Tres días después de recorrer vastos campos poblados por oscuros campesinos, comer lo que robaba, y arrastrarse por senderos y caminos llega a la siguiente ciudad.
Hay mercado.
Exhibe sus mejores y peores mercancías, sonríe a todas las muchachas porque sabe que la fortuna solo muestra sus encantos a los audaces.
Más tarde prueba el vino local, esta noche se acurrucara entre su carro y alguna pared encalada y solo soñara con el próximo día.
Un día en blanco para vivirlo de principio fin. Una nueva jornada donde el buhonero moldeara su destino con el barro de la senda.
precioso texto....
ResponderEliminarLau
Gracias Lau, tu que me miras con buenos ojos :-)
ResponderEliminarme encantó hermano.
ResponderEliminare.h