Hace unos cuantos años ya que me volví de pronto de color gris. Después poco a poco , como cuando se te duerme una extremidad día a día fui recuperando el color, la luz y el extraño hormigueo de la vida.
De aquel día recuerdo algunas cosas como en bruma y otras con una claridad meridiana. Fue uno de esos días que te cambian la vida y la mirada.De las cosas que en mi cabeza son cristalinas, solo puedo decir que son las cercanas y terrenales: Me desperté en una cama ajena, con un olor dulzón pegado al cuerpo,me duche en un armario y junto con uno de los mejores me subí a un autobús urbano. Una vez hubimos llegado al final del trayecto una voz dura y aspera nos anuncio que era la ultima parada.
A partir de este punto, en mi mente se retuerce el pasado y se convierte en un cuadro surrealista, pintado en gris:
La valla es alta y amenazante, el ambiente silencioso, pesado y elocuente. Una gran puerta te avisa que estas a punto de entrar a una pesadilla mediante un cartel que reza: "Arbeit Match Frei".
Me sorprende el espacio, lo desolado del gigantesco patio. Hace algo de viento, pero eso solo aporta una triste musicalidad a los arboles que acompañan mis pasos. No hay mas música, también la mataron en este sitio. No hay ni siquiera voces, aunque camino al lado de un buen amigo, no abrimos la boca. Dejamos a nuestras espaldas la puerta ocre y cobarde de uno de los barracones, la aspera madera de los camastros parece estar esperándonos, la oscura sombra del hacinamiento todavía llace bajo ese suelo que cruje a nuestros pasos, parece hablarle al silencio.
Fuera del barracón están las letrinas, aun conservan la miseria y la desesperación en su gris porcelana.
Seguimos caminando, acurrucados por el viento, por la agradable temperatura del verano centro europeo, hasta que no podemos seguir. Nos recorre un escalofrío que nos cala hasta el tuétano, enfrente tenemos la enhiesta, angustiante, y terrible chimenea que miraron tantos ojos penando su desgracia. "Si la miras saldrás por ella", dice el aire, deseoso de convertirse en humo.
No dimos la vuelta, cuando pudimos haberlo hecho, aun estábamos a tiempo de salvarnos, y entramos, las bocas del crematorio gritaban historia e injusticia, la terrible cámara aun olia a Zyklon B y nosotros nos volvimos grises, ya somos historia, la habíamos sentido y la habíamos vivido.
Salimos de aquel lugar lo antes que pudimos, caminamos mirando al suelo un buen rato y volvimos al autobús que nos llevo al centro de la ciudad, no hablamos durante el resto del día enfermos de tristeza.
Los siguientes días la sombra gris nos fue abandonando y volvimos al presente con un cosquilleo extraño recorriendo nuestra conciencia.
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